El sol siempre brilla

59d3406a5ca9bdca7b30a9a9fa69854f

El joven pintor observaba el lienzo en blanco horas después del amanecer. Sus pinceles, delgados y frágiles, estaban regados sobre la arena. Inclemente, el sol ardía en lo más alto del cielo. Cerca del mar el aire fluía de una manera diferente. Era un día hermoso, pero su rostro no reflejaba emoción alguna. Estaba frío, a pesar de que las gaviotas volaran a pocos metros. Se sentía distante, aunque horas atrás se sintiera tan cercano.

La comunión de mar y tierra le resultó terriblemente desgarradora. Imaginó los pequeños granos de arena sumergirse en el fuerte movimiento de las olas. Se llevó una mano al pecho para sentir el lento palpitar de su corazón frágil. El sonido del viento se transformó en el hermoso eco de una carcajada que lo arrastró hacia ella, su estrella más preciosa. Tan efímera y eterna, casi como un destello. Tan lejana, como un enorme oasis en medio de un despiadado desierto.

El pintor agarró uno de los pinceles mientras contemplaba el horizonte. Ríos amarillos, anaranjados y rojos se fusionaron en un mismo embalse. Los colores,  bellos espíritus desencadenados, se mezclaron como si se conocieran de siempre. Sin remordimientos, se entrelazaron igual que aquellas almas que están destinadas a estar juntas. Como las luces de los faros que se encuentran en medio de la oscuridad de la noche.

Sobre el lienzo aterrizaron los primeros aviones cargados de pasajeros esperanzados. El brillo de la pintura se esparció sobre la blancura como la llamarada de un beso guardado por años. El pincel fluía con la sutileza de dos corazones que bailan en la penumbra. Minutos más tarde, aquellas manchas distantes adquirieron sentido cuando se juntaron sobre el blanco tejido. Los colores formaron un sol. Uno brillante y majestuoso.

El artista lanzó lejos su herramienta al mismo tiempo que decidió dejarse caer sobre la arena. Desde ahí podía ver la luz del cielo, aunque el dolor en sus ojos le recordara que no podía observar directamente el sol. Miró de reojo el lienzo y sonrió. Su pintura le trajo tranquilidad. Las gaviotas seguían volando bajo las nubes. Se quedó dormido escuchando el son de las olas.

Leave a comment